domingo, febrero 28, 2010

René Avilés Fabila escribe Amor de internet para el 27 de febrero

Tengo tanto tiempo en internet que olvido cultivar el festejar los aniversarios; mi cuenta de conexión estaba entre las primeras 10 de aquellos tiempos, quizás 14 ó 15. Catorce años mínimo viendo una pantalla conectada hacia el exterios, los años anteriores la pantalla fue igual mi forma de trabajar que me abrió espacios pero diferentes. Así que conozco los amores por internet, porque me "han hablado de ellos" ... Por un lado son grandes historias de amor -casi todos-, por otras son grandes historias de horror, fraudes, engaños. Una que otra, es verdaderamente un amor de historia, algo que vale la pena comer, alimentarse, llevar hasta la ùltimas consecuencias como este cuento de Amor por Internet de René Avilés Fabila

AMOR POR INTERNET *

Tenías nombre de película de terror, quizá por eso dabas miedo. Pero eras una escritora singular y muy linda, esbelta y fina, educadita y distinguida. Nuestra relación fue al revés de todas. Nos conocimos e hicimos el amor, luego te aparecieron las dudas, los temores, el psiquiatra, tu papá y tu mamá, tu novio y los valores victorianos. La solución fue hacer nuestra relación por internet. Sin embargo, acosada por tus fantasmas, a los dos mensajes, preferiste el silencio, semanas después pudiste ahuyentarlos: poco a poco comencé a recibir tus correos. Al principio eran simples.

Hola, cómo estás, gracias, te vi en los diarios, me contaron que estuviste en tal restaurante... Luego algo te dio valor y me dijiste te quiero y casi enseguida modificaste la intensidad al escribir te amo. Desesperado, te declaré mi amor, pasión y con ello desaté tu ansiedad. No supiste qué hacer con mi correo.

Conforme a los mejores principios, lo borraste, pero mi carta era conmovedora y antes del clic definitivo, la imprimiste. La voz de tu madre te sobresaltó y volvió la realidad. Optaste por ocultarla y durante unas horas antes de la cena, la trajiste entre el brasier y la piel, cerca del corazón. Cuando tu mamá gritó que la mesa estaba lista, el pavor volvió (¿qué haré si muero, si me pasa algo y me desmayo y mis padres hurgan entre mi ropa y mis cosas?). La única solución que hallaste fue comerte mi carta de amor. Pedazo tras pedazo, más de tres páginas. Te enfermaste de gravedad, quizá no tanto por el menú como por el temor a la familia. Tu mamá, tan severa como resultaba, tan falta de sentido del humor, tan de otra época, no pudo creer en el diagnóstico del médico que te atendió: Señora, su hija ha sufrido una indigestión amorosa complicada con un preinfarto causado por el miedo.


* Publicado en Todo el amor II. Nueva Imagen, 2002. p. 269.

No hay comentarios.: